sábado, 2 de junio de 2012

ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES

ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES


El mundo en el que vivimos hoy en día es muy diferente de aquél que vivieron nuestros padres y
abuelos. Los cambios económicos y sociales producidos en los países industrializados en las últimas
décadas han traído consigo cambios radicales en los estilos de vida. A pesar de que la mortalidad general ha disminuido, las causas por las que la gente muere han cambiado radicalmente de signo. Dejando de lado los accidentes de tráfico, las enfermedades cardiovasculares (ECV) y el cáncer constituyen las dos primeras causas de muerte en occidente. Paralelamente, y no de forma casual, uno de los factores que más ha cambiado ha sido el relativo a la forma de alimentarnos.

En Estados Unidos, principal representante del estilo de vida occidental, a las enfermedades
cardiovasculares les corresponde un 80 % de la mortalidad general. Hoy en día conocemos con bastante
precisión cómo se ha llegado a esta situación y cuáles han sido los elementos desencadenantes de la
tragedia.

¿Cómo se desarrollan las enfermedades cardiovasculares?

El problema de las enfermedades cardiovasculares es la acumulación de materia orgánica,
principalmente grasa y colesterol, en el interior de los vasos sanguíneos. Este proceso se produce en mayor o menor medida en todas las arterias del organismo, pero cuando más preocupante se vuelve este proceso es cuando las arterias afectadas son las encargadas de aportar sangre fresca al corazón o al cerebro.

La cardiopatía coronaria afecta a la red de vasos sanguíneos que rodea al corazón y riega el miocardio.
Igual que otras arterias del cuerpo, las coronarias sufren aterosclerosis, un engrosamiento de las paredes y estrechamiento de la luz por la invasión de lípidos, colesterol principalmente, y otros materiales hacia la
íntima o capa más interna para formar placas. A medida que estas lesiones crecen, la arteria se estrecha
tanto que la circulación disminuye de manera importante, o puede ocluirse completamente por un coágulo (trombo), que puede formarse por hemorragia de la placa en sí o llegar a ella de alguna otra parte del cuerpo. La arteria también puede sufrir espasmo muscular que interfiere con la circulación. 

La falta de sangre en los tejidos del corazón resultante (isquemia) causa un infarto o la muerte de la porción del miocardio que no recibe oxígeno ni nutrición. La posibilidad de que el corazón continúe latiendo depende de la extensión de la musculatura afectada, la presencia de circulación colateral y la necesidad de oxígeno.

Factores de riesgo que pueden corregirse

  • NIVELES DE COLESTEROL TOTAL Y LDL ELEVADOS
Todos los estudios realizados al respecto, concluyen que las personas que consumen grandes cantidades
de colesterol y grasas saturadas tienen niveles más altos de colesterol en sangre, así como una incidencia
superior de enfermedades coronarias.

Los niveles de colesterol total y LDL aparecen asociados a la mayoría de los demás factores de riesgo.
Los valores de cLDL suelen ser superiores en las personas que padecen de obesidad y se relacionan
también con la diabetes, el hipotiroidismo y los antecedentes familiares de hiperlipidemia. Asimismo,
personas que realizan ejercicio de forma regular y vigorosa, como corredores o nadadores, suelen mantener un colesterol LDL bajo. Por el contrario, los fumadores tienen a presentar un LDL alto.

En los diversos estudios realizados para comprobar la eficacia de diferentes fármacos reductores del
colesterol se ha coincidido en que un descenso de la concentración del colesterol en sangre de un 1% se
acompaña de una disminución del 2% el la mortalidad esperada por ataques al corazón. En otros estudios de tipo epidemiológico se estableció que el riesgo de infarto de miocardio se incrementaba en 9,1% por cada 10 mg de aumento del colesterol en sangre. Si consideramos 160 mg/dl la concentración ideal de colesterol, esto supone un 2% de aumento de riesgo por cada 1% de incremento del colesterol en sangre.

  • NIVELES DE COLESTEROL HDL BAJOS

También ha sido ampliamente comprobado en numerosos estudios el valor predictivo de los niveles de
colesterol HDL como factor de riesgo en relación inversa a la aparición de la enfermedad cardiovascular. El hecho de que las mujeres en edad fértil tengan una incidencia menor de ECV está directamente relacionado con unos niveles más elevados de cHDL. Esto se debe a la acción de los estrógenos, hormonas femeninas que regulan los ciclos menstruales y que elevan el cHDL. De hecho, las mujeres pierden esta ventaja respecto a los hombres con la menopausia (caída de estrógenos) y la recuperan al recibir terapia hormonal

La forma de aumentar el colesterol HDL y equilibrar la proporción entre LDL y HDL, es decir de
disminuir el riesgo de ataques cardiacos, es sustituir la ingesta de grasas saturadas por monoinsaturadas y
aumentar el ejercicio físico.

  • TABAQUISMO
Hoy en día ya no cabe ninguna duda de que el hecho de ser fumador aumenta notablemente el riesgo de
sufrir una enfermedad cardiovascular. Al parecer, los culpables son la nicotina y el monóxido de carbono.

La nicotina es una de las sustancias de mayor adicción en el tabaco. Cuando la nicotina (poderoso
estimulante) es inhalada, empieza a actuar de forma casi instantánea forzando a las glándulas suprarrenales a segregar adrenalina, lo que provoca un aumento del ritmo cardiaco y de la presión de la sangre. En estas condiciones el corazón trabaja con más esfuerzo y se deteriora más rapidamente. La nicotina también estrecha o constriñe los capilares y las arterias, lo que eleva la presión sanguínea y reduce la circulación en los dedos, en las puntas de los pies y en toda la superficie corporal. Al mismo tiempo, la cantidad de
oxígeno disponible para el corazón se reduce, lo que puede traer consigo serias complicaciones si el
músculo del corazón está ya recibiendo un flujo inadecuado de sangre como resultado de la enfermedad
isquémica (estrechamiento) de las arterias coronarias.
Por su parte, el monóxido de carbono, un gas inodoro, que constituye del 1 al 5 % del humo del tabaco,
tiene una gran afinidad con la hemoglobina, la molécula de los glóbulos rojos que transporta el oxígeno.
Cuando el monóxido de carbono pasa a los pulmones, como ocurre cuando se fuma, éste compite con el oxígeno en ligarse a la hemoglobina, y a consecuencia de su mayor afinidad con la hemoglobina,
normalmente gana y desplaza al oxígeno. Cuando el monóxido de carbono se une a la hemoglobina se
forma una molécula llamada carboxihemoglobina, y en su presencia el oxígeno se une más estrechamente a la hemoglobina reduciendo la disponibilidad de oxígeno para las células del cuerpo. El monóxido de
carbono también puede causar daños degenerativos en el propio músculo del corazón y modificar las
paredes de los vasos sanguíneos, haciéndolas más susceptibles de acumular colesterol y otros depósitos
grasos.

En resumen: el tabaco produce una combinación de niveles incrementados de adrenalina, ritmo cardíaco
acelerado, elevación de la presión sanguínea, falta de oxigenación de las células y daños en las paredes de las arterias.

El resultado de todos estos procesos han sido suficientemente comprobados en numerosos estudios
epidemiológicos en los que se ha encontrado una alta correlación entre el hábito de fumar y la mortalidad
cardiovascular. De hecho, los fumadores tienen un 70% más de probabilidad de padecer enfermedad
coronaria y al hábito de fumar se le considera responsable de un 30% de las muertes coronarias en los
países desarrollados.

La cuestión de los fumadores pasivos es un tema de permanente controversia en nuestra sociedad.
Investigaciones con animales en laboratorios han demostrado que cuando el humo del tabaco expelido por un fumador es inhalado, aumenta la posibilidad de formarse placas en las arterias debido a la elevación de la agregabilidad plaquetaria. Esto no ha sido demostrado aún en seres humanos, pero muchos investigadores piensan que la evidencia es suficientemente fuerte como para prohibir fumar en lugares públicos.

Los cigarrillos bajo en nicotina y alquitrán no parecen disminuir el riesgo de padecer enfermedades
cardiovasculares. De hecho, muchos de los filtros de este tipo de cigarrillos aumentan la cantidad de
monóxido de carbono inhalada, lo cual empeora el problema.

Los fumadores de puros o pipa que no se tragan todo el humo tienen algo menos de riesgo que los
fumadores (alrededor de un 70%).

  • HIPERTENSIÓN

Es bien conocido desde hace tiempo que cuando la presión sanguínea elevada se mantiene de forma
sostenida en el tiempo se producen múltiples efectos adversos en el sistema cardiovascular. Ya en la
primera mitad de este siglo las compañías americanas de seguros aportaron datos que demostraron la mayor mortalidad global y cardiovascular de los hipertensos.

Cuando existe hipertensión, el corazón se ve obligado a trabajar con más esfuerzo, lo que en un período
de tiempo suficientemente largo puede provocar un aumento de volumen del corazón y un deterioro en la
función de bombeo (deficiencia cardíaca). Por otra parte, la presión sanguínea alta mantenida contra las
paredes de las arterias facilita la arteriosclerosis o endurecimiento de las arterias. 

Los vasos sanguíneos dañados a menudo no pueden entregar suficiente oxígeno a los órganos vitales, en particular al cerebro y el propio corazón. También se ha comprobado que los valores de colesterol HDL son más bajos cuando existe hipertensión.

Los riesgos de la hipertensión arterial (HTA) son mayores en los hombres que en las mujeres y su
prevalencia no sólo aumenta con la edad, sino que el riesgo es mayor.

La mortalidad es aproximadamente tres veces superior en los hipertensos respecto a los normotensos.
En general, se consideran hipertensos aquellos individuos con presión arterial superior a 159/94 mmHg y
normotensos aquellos con presiones inferiores a 140/90 mmHg.

La hipertensión arterial se ha relacionado desde siempre con la obesidad y el consumo de sodio
(principalmente a partir de la sal común o cloruro sódico). La reducción de peso es una de las medidas a
tomar para combatir la HTA.

  • DIABETES
La diabetes mellitus aumenta notablemente el riesgo de ataques cardíacos y otras manifestaciones de
enfermedades cardiovasculares. Las personas con diabetes mal controlada tienden a tener una gama amplia de complicaciones relacionadas, lo que incluye alta concentración de lípidos en sangre, enfermedades coronarias, hipertensión y otros desordenes circulatorios. Esto afecta tanto a las grandes arterias, provocando arteriosclerosis, como a los pequeños vasos sanguíneos, provocando hemorragias en los ojos y extremidades, o lo que es más grave, incluso en el cerebro.

La mayoría de los expertos en diabetes opina que el riesgo de estas complicaciones puede
minimizarse si se mantienen niveles normales de azúcar en sangre. Esto requiere atención cuidadosa de la
dieta y hacer ejercicio de forma regular. En pacientes con tratamiento insulínico es necesaria una
supervisión responsable para asegurar las dosificaciones apropiadas.

Paradójicamente, la presencia de diabetes supone un factor de riesgo de infarto de miocardio mayor
para la mujer que para el hombre.

El no fumar, controlar la hipertensión y los lípidos en sangre es doblemente importante para los
pacientes diabéticos

TIPO DE ALIMENTACIÓN

El efecto de la dieta sobre el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares es más bien de tipo
indirecto y actúa principalmente modificando la gravedad relativa de algunos de los demás factores de
riesgo, especialmente los niveles de lípidos sanguíneos, la tensión arterial, la resistencia insulínica y la
obesidad.

Sin embargo, existen otras variables dependientes de la dieta y que afectan de forma importante a la
protección cardiovascular sin que se reflejen directamente en el conjunto de los demás factores de riesgo.
Entre estas variables dependientes de la dieta se pueden enumerar las siguientes:

  • Nivel de antioxidantes en el plasma (flavonoides, transresveratol), que influyen sobre la fracción
de LDL oxidadas.
  •  Consumo de ácidos grasos w-3, por su efecto sobre monocitos-macrofagos. Parece demostrado que los ácidos grasos w-3 reducen la capacidad quimiotáctica de monocitos y neutrófilos, y la adherencia de los neutrófilos al endotelio . También se les ha demostrado un cierto efecto vasodilatador.
  • Presencia de agentes trombogénicos o antiagregantes plaquetarios en la dieta. Esta claramente probado que la dieta influye sobre el cociente prostaciclina/tromboxano, la liberación del activador del plasminógino o el fibrinógeno.
  • Acción de la fibra, independientemente de su capacidad reductora del colesterol por su acción sobre la flora intestinal.
  • ?? Consumo elevado de alcohol, independientemente de su acción sobre el perfil lipídico y la tensión arterial, por su acción sobre la hemostasia.
  • ?? Consumo elevado de cereales y azucares refinados, por su acción sobre los triglicéridos, los cuales se tienden a considerar ahora como un factor de riesgo independiente.
  • ?? Consumo elevado de carnes, por el efecto destructor de los compuestos nitrogenados y toxinas en general sobre los tejidos del sistema cardiovascular y por la inherente acumulación de aminoácidos en las membranas basales de los capilares sanguíneos.
SEDENTARISMO

Aunque no se ha demostrado que un estilo de vida sedentario cause enfermedades de corazón o que el
ejercicio pueda prevenirla, existe una fuerte correlación estadística entre actividad física y salud
cardiovascular. Hay sobradas evidencias de que el ejercicio físico mejora la salud y la aumenta la
longevidad.

El efecto preventivo del ejercicio físico se observa incluso cuando el ejercicio realizado es ligero, y es
mayor cuando el que se practica es del tipo aeróbico que cuando de realizan grandes esfuerzos de una
forma súbita.

Las ventajas del ejercicio físico se reflejan en los siguientes parámetros:

  •  Descenso ligero de la presión arterial.
  •  Elevación de las concentraciones de colesterol HDL.
  •  Disminución de la concentración de triglicéridos.
  •  Ayuda a la perdida de peso.
  •  Mejora la tolerancia al esfuerzo.
  •  Mejora el metabolismo de asimilación de los hidratos de carbono.
  •  Tiene efectos psicológicos beneficiosos.
 OBESIDAD
 En determinados individuos, la obesidad debe ser considerada un factor de riesgo cardiovascular por sí
misma y no de una forma secundaria por su relación con el desarrollo de hipertensión, diabetes e
hipercolesterolemia. La obesidad aumenta la carga del corazón y puede provocar enfermedades coronarias.

A partir de la relación entre el perímetro de la cintura y la cadera (WHR waist-to-hip ratio), se pueden
identificar los tipos de obesidad androide y ginecoide. Una relación cintura-cadera de 1.0 o superior en
varones (o de 0,8 en mujeres), indica obesidad androide y riesgo creciente de enfermedades relacionadas
con la obesidad. Se utiliza esta denominación porque en los hombres el exceso de grasa corporal se
distribuye normalmente en la zona de la cintura, mientras que en la mujer está generalizado que el exceso
de grasa ocupe preferentemente la zona de la cadera.

En la obesidad androide, la mayor parte de la grasa tiene una distribución intraabdominal, mientras que
en la obesidad ginecoide la grasa es mayoritariamente subcutánea a la altura de las caderas. Esta diferencia implica un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares en la obesidad androide, ya que la grasa intraabdominal se moviliza mucho más fácilmente que la subcutánea. Cuando los depósitos grasos se movilizan, aumentan los ácidos grasos en la sangre y el hígado produce una mayor cantidad de triglicéridos y colesterol que pasan al torrente sanguíneo.

La obesidad androide está fuertemente asociada a una serie de enfermedades como la hiperlipemia,
diabetes, hipertensión arterial e hipertrofia ventricular izquierda (engrosamiento anormal del lado izquierdo
del corazón). Cuando la obesidad sea de tipo androide es importante que la dieta sea mucho más restrictiva en el aporte de lípidos a fin de disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular. El ejercicio físico no puede dejarse de lado en estos casos.

Para cualquier grado de obesidad, el aporte de energía de la dieta debe ser tal que se adapte a la
condición, actividad y objetivo de peso ideal. Si esto implica una dieta baja en calorías, esta debe ser
equilibrada, con un suficiente aporte de proteínas y micronutrientes. La perdida de peso debe de
conseguirse de una forma progresiva y moderada.

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